Una temperatura superior a 35ºC, en el interior de un vehículo, puede representar un riesgo similar al de estar bajo los efectos de una alcoholemia de entre 0.5 gr/l y 0.8 gr/l. “A esa temperatura se ha comprobado, por ejemplo, que no se perciben aproximadamente el 20% de las señales de tráfico y se incrementan hasta en un 35 por ciento los errores graves de los conductores”, afirma Luis Montoro.

Según Montoro, “los estudios, tanto en situaciones reales como en simulación, demuestran que los efectos del calor sobre los conductores provocan un aumento considerable de los comportamientos agresivos y las infracciones, sobre todo por velocidad excesiva, con el fin de llegar cuanto antes al destino”.

“Con el fuerte calor se incrementa el cansancio y la fatiga, siendo habitual la aparición de una fuerte somnolencia, -señala el presidente de honor de Fesvial-, produciéndose también un aumento del tiempo de reacción del conductor y una mayor propensión a la aparición de distracciones. La atención disminuye hasta el punto de mirar un 50% menos a los retrovisores”.

El catedrático de Seguridad Vial afirma que “con altas temperaturas y una fuerte luminosidad hay mayor fatiga ocular y se pueden percibir efectos ópticos sobre la carretera, debido básicamente al aire caliente que desprende el asfalto. Estas circunstancias, unidas a pequeños mareos, hace que se altere de manera sensible la percepción del entorno, lo que puede resultar especialmente grave para la correcta percepción de las señales de tráfico”.

Según Montoro, uno de los mejores remedios para paliar el calor en los viajes por carretera es el aire acondicionado. “El aire acondicionado empezó considerándose un elemento de comodidad y hoy se puede recomendar como un elemento de seguridad. Se ha comprobado que el aire acondicionado en épocas muy cálidas puede disminuir en más de un 20% la posibilidad de sufrir un siniestro vial”.

El aire acondicionado permite circular con las ventanillas cerradas, mejora la aerodinámica y reduce el consumo de carburante, además de eliminar ruidos excesivos, impedir la entrada de polvo o insectos, y evitar que se nos resequen los ojos. Es muy importante que el flujo de aire acondicionado no sea muy fuerte y que no se dirija directamente al pecho ni a la cabeza, especialmente a los ojos, para no causar fatiga ocular ni resecarlos.

Estacionar el vehículo expuesto al sol y completamente cerrado hará que la temperatura interior sobrepase rápidamente los 60ºC, por lo que es importante no dejar en el interior personas -especialmente niños o mayores-, ni animales. Tampoco objetos inflamables, como mecheros, aerosoles o dispositivos electrónicos con baterías (teléfono, Tablet, ordenador…), por el riesgo que puede suponer de deflagración e incendio.

En conveniente aparcar en zonas sombreadas, proteger el habitáculo con parasoles y, si es posible, instalar lunas tintadas homologadas o laminarlas. Este sistema permite rebajar la temperatura interior (mejorando el consumo de aire acondicionado), reducir los efectos de los rayos ultravioleta, sin afectar a la necesaria visibilidad exterior, aumentando el confort y disminuyendo la fatiga ocular.

Antes de iniciar la marcha se debe airear y ventilar bien el vehículo: Abrir completamente ventanillas y puertas, abatiendo estas últimas unas cuantas veces para que salga el aire caliente del interior, manteniendo el aire acondicionado en funcionamiento hasta que el habitáculo alcance una temperatura adecuada de entre 20ºC y 24ºC.

Según el catedrático de Seguridad Vial, Luis Montoro, “el reventón en verano y en las horas de más calor es el siniestro más frecuente y el más mortal por fallo mecánico”. Hay que tener en cuenta que el asfalto, con el que el neumático está en contacto, puede alcanzar fácilmente temperaturas superiores a 70ºC cuando el ambiente esté “tan solo” a 40ºC.

Y cuando se acerque el final del viaje, no bajar la guardia, ni estresarnos por intentar llegar antes, aunque hayamos sufrido calor, retrasos por atascos o retenciones, y eso nos genere ansiedad. Debe extremarse la atención, especialmente en los últimos kilómetros que son donde más siniestros se producen, y no confiarnos aunque el entorno nos resulte familiar, manteniendo los niveles de alerta y atención plenamente.

Algunos síntomas que pueden indicarnos que el calor nos está afectando son los siguientes: excesiva sudoración, palidez o cambios en el color de la piel, alteraciones en el pulso y en la temperatura, calambres, cansancio excesivo, mareos, náuseas, problemas de respiración, dolor palpitante en la cabeza, confusión, etc. También se debe prestar atención a otros efectos como: mayor agresividad, somnolencia, aumento del tiempo de reacción, incremento de las distracciones, fatiga ocular, alteraciones en la percepción del entorno, etc.


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