El problema de la sal, según explica Juan Manuel Llorente, formador técnico del RACE, es que puede dañar a los coches. Esto es porque con este compuesto se acelera la oxidación de los metales que forman parte de la estructura de los vehículos.

Puede afectar tanto a la pintura del coche, como a la carrocería y a otros elementos como las llantas, los frenos, los amortiguadores o el tubo de escape. Aunque de fábrica los coches salen con una imprimación de brea que protege los bajos, con el paso del tiempo y el roce con los badenes y baches se va quitando esa capa protectora, lo que facilita que esa sal esparcida por la carretera entre en contacto con la parte inferior del vehículo, lo que facilitará que la oxidación aparezca antes.

La parte inferior del coche no es la única que puede sufrir daños con la sal. Llorente advierte que también hay que prestar atención al anclaje del capó en los coches, que aísla al motor del exterior. Con la sal, ese cierre se puede estropear y puede provocar, en casos extremos, que el morro se abra durante la marcha, con el consecuente peligro que eso supone al anular toda nuestra visibilidad al volante.

Para evitar que la sal afecte al coche, lo mejor es lavarlo con agua a presión después de utilizarlo. Cuanto más dejemos reposar la sal sobre la carrocería, más daño hará. Por eso, lo recomendable es aplicar el agua tanto en la carrocería, como en el paso de rueda (si gira el volante hacia un lado accederá mejor a todas las partes) como por debajo del coche, algo que no suelen hacer los conductores debido a su difícil acceso.

 

Fuente: RACE


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