No hay un periodo fijo de tiempo y kilómetros a la hora de cambiar la correa de distribución. Es un elemento que depende íntegramente del tipo de motor y las características del coche en concreto. Pero, en función de estas variables, la vida útil de la correa oscila entre los 70.000 y 150.000 kilómetros. En caso de no llegar a estas cifras, se recomienda su sustitución entre los 5 y 7 años de vida, ya que el paso del tiempo hace mella en los materiales que la componen y puede favorecer su rotura.
La climatología también pasa factura sobre la correa. Las temperaturas extremas, ya sea al alza o a la baja, o una elevada humedad, polución o polvo acortan su vida útil, siendo aconsejable hacer una sustitución a los cuatro años. Cambiar la correa de distribución suele implicar el cambio de los tensores, que son los rodamientos que sujetan la correa, y también la sustitución de la bomba de agua por una nueva.
Aunque no seamos expertos, sí que existen algunos síntomas que nos pueden ayudar a identificar cuándo una correa de distribución está llegando a la edad de jubilación. Pero ¿qué factores hemos de tener en cuenta?:
Señales de desgaste sobre la correa: dientes mellados, grietas en la superficie, sequedad en la goma o falta de tensión. Si algunas zonas se presentan demasiado brillantes, probablemente se deba a una mala alineación o tensión incorrecta.
Sonidos extraños: en la mayoría de los casos se deben a una tensión incorrecta más que a un fallo de desgaste de la propia correa, aunque nunca hay que desestimar esto último.
Vibraciones excesivas: si con el coche al ralentí se perciben vibraciones que no deberían de estar, la correa está en mal estado. Y son los pistones y válvulas quienes pagan las consecuencias. El vehículo puede temblar durante la conducción.
Arranque costoso: cuando la correa presenta una edad acusada, es probable que el vehículo necesite de más persistencia a la hora de arrancar. Si la correa de distribución está rota, simplemente no arrancará.
Pérdidas de aceite: dadas las enormes fricciones que soportan los millares de componentes que conforman un motor, no hay por qué asustarse si vemos manchas de aceite sobre la correa. Es posible que la junta entre el bloque y la correa gane holgura con el tiempo y el uso, que haya fisuras o que no se haya montado correctamente.
Demasiado humo saliendo por el escape: si la correa de distribución está a punto de romperse, los tiempos del ciclo de combustión no se cumplirán como deberían y causarán fallos en la ignición.
Cualquiera de estas situaciones puede derivar en un problema de mayores dimensiones. En cualquier caso, lo mejor es acudir a un taller de confianza para que echen un vistazo y, si es necesario, cambiarla a tiempo.
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